La muerte de Wolfgang Amadeus Mozart a los 35 años, en 1791, sigue rodeada de misterio. Su contemporáneo, Antonio Salieri, vivió hasta 1825, pero sus últimos años estuvieron marcados por el deterioro mental. Durante décadas, circularon rumores de que el compositor italiano había confesado envenenar al genio austriaco, una historia que mezcla drama y especulación histórica.
Ambas figuras brillaron en el Clasicismo vienés, aunque con destinos opuestos. Mientras el autor de «La flauta mágica» alcanzó la inmortalidad artística, Salieri fue un músico respetado en su época. Sin embargo, su legado quedó ensombrecido por acusaciones surgidas años después de su muerte, basadas en supuestas declaraciones durante su internamiento psiquiátrico.
La fascinación por este conflicto se mantiene vigente. Desde obras literarias del siglo XIX hasta la icónica película «Amadeus», la narrativa del supuesto crimen ha cautivado al público. Pero ¿qué dicen realmente los documentos históricos y los análisis modernos sobre su relación?
Conclusiones clave
- La muerte prematura de Mozart se atribuyó inicialmente a fiebre reumática y fallo renal
- Las supuestas confesiones de Salieri carecen de fundamento médico e histórico
- Estudios recientes descartan el envenenamiento como causa del deceso
- La rivalidad fue amplificada por adaptaciones artísticas posteriores
- Ambos compositores contribuyeron al desarrollo operístico europeo
- La evidencia muestra una relación profesional sin hostilidad extrema
Contexto histórico y trayectoria musical
El escenario musical de Viena en el siglo XVIII brilló como epicentro creativo de Europa. Dos figuras emergieron bajo este fulgor: un prodigio austríaco y un compositor italiano cuyo legado se entrelazó con la historia de la ópera. Sus caminos, aunque distintos, definieron una era.
El surgimiento de Mozart y la influencia de Salieri en Viena
En 1766, un joven huérfano de 16 años llegó a la capital imperial. Descubierto en Venecia por un operista austríaco, recibió formación exclusiva y acceso a círculos aristocráticos. Para 1778, su obra inauguraba la Scala de Milán, consolidándolo como reformador de la ópera.
Wolfgang Amadeus Mozart, ya famoso desde sus presentaciones infantiles en 1764, se estableció en Viena en 1781. Aunque admirado, enfrentó inestabilidad económica. Mientras enseñaba a pocos alumnos, su contraparte mantenía un puesto estable como compositor de la corte.
El legado clásico y las aportaciones a la música operística
La influencia de Antonio Salieri trascendió su época. Formó a gigantes como Beethoven y Schubert Liszt, puenteando el Clasicismo y el Romanticismo. Sus innovaciones en estructura dramática renovaron el género operístico, mientras Wolfgang Amadeus revolucionaba la sinfonía.
Ambos creadores, aunque con destinos divergentes, enriquecieron el paisaje cultural vienés. Sus huellas permanecen en teatros y palacios que hoy son joyas históricas para explorar. Juntos, escribieron capítulos esenciales de la música occidental.
La rivalidad y el mito: entre hechos y leyenda

El arte suele convertir historias reales en leyendas universales. Lo que comenzó como rumores de salón en el siglo XIX, se transformó en un mito cultural que aún resuena. Esta evolución revela más sobre nuestras obsesiones que sobre los hechos históricos.
Origen del mito del envenenamiento
Todo empezó con pluma y tinta. En 1830, Aleksandr Pushkin escribió una breve tragedia teatral titulada «La envidia». Este texto, que abrió fuego literario, presentaba al genio creativo como víctima de la mediocridad envidiosa. Pushkin usó nombres reales para explorar conflictos atemporales: talento vs. esfuerzo, inspiración vs. técnica.
La idea prendió como pólvora. En 1898, Nikolái Rimski-Kórsakov musicalizó el drama. Su ópera incorporó fragmentos de obras del compositor austriaco, creando un diálogo fantasmal entre creadores. Así, el mito ganó una dimensión sonora que lo hizo más persuasivo.
El impacto de la película Amadeus y la reelaboración simbólica
El siglo XX llevó la historia a nuevas audiencias. La película Amadeus de 1984, ganadora de 8 Oscar, convirtió la rivalidad en espectáculo global. Su director, Milos Forman, suavizó la obra teatral original para hacerla más comercial. El resultado: una distorsión histórica envuelta en música sublime.
Estas reelaboraciones simbólicas funcionan porque tocan nervios universales. Como señala un análisis reciente, el Romanticismo del XIX necesitaba héroes trágicos. Hoy, seguimos fascinados por el conflicto entre genialidad y reconocimiento.
Cada adaptación alejó más la ficción de la realidad. Lo que comenzó como metáfora, terminó leído como crónica. Sin embargo, este proceso muestra cómo el arte reinventa la historia para hablar a nuevas generaciones.
Mozart y Salieri: Retazos de verdad y ficción
Separar realidad de mito requiere analizar documentos y gestos. Los archivos históricos revelan una relación más compleja que la mostrada en películas. Colaboraciones artísticas y actos de apoyo mutuo pintan un cuadro distinto al de enemigos irreconciliables.
Análisis comparativo de sus obras y estilos
La cantata conjunta «Per la ricuperata salute di Ofelia» (1785) demuestra cooperación creativa. Redescubierta en 2016, esta pieza muestra cómo ambos artistas compartían técnicas compositivas. Wolfgang Amadeus Mozart incluso escribió roles protagónicos para la soprano cercana a Antonio Salieri, como en Las bodas de Fígaro.
Perspectivas en la enseñanza y el legado pedagógico
El compositor italiano destacó como maestro generoso. Enseñó gratis a alumnos como Beethoven y al hijo menor de su colega austriaco. Sus métodos formaron a tres generaciones de músicos, creando puentes entre estilos musicales.
Revisión de testimonios y documentos históricos
Cartas de la familia Mozart describen al italiano como «bondadoso y devoto». Un momento clave ocurrió en 1791: tras ver La flauta mágica, exclamó haber «visto una producción tan hermosa y agradable». Este elogio documentado contrasta con los rumores de rivalidad.
Incluso las críticas de Leopold Mozart sobre Las bodas de Fígaro reflejaban tensiones comunes en el medio artístico, no odio personal. La historia real, menos dramática que la ficción, nos muestra dos genios que coexistieron en un momento dorado de la música.