En 1932, un evento inusual marcó la historia militar del siglo XX. Miles de aves no voladoras, conocidas como emúes, desafiaron a un ejército equipado con armas modernas. Este conflicto, ocurrido en el distrito de Campion, duró poco más de un mes y terminó con un resultado que nadie anticipó.
Todo comenzó cuando agricultores, muchos veteranos de la Primera Guerra Mundial, enfrentaron una crisis económica. Sus cultivos eran arrasados por bandadas de estas aves hambrientas, que migraban hacia tierras fértiles. La desesperación llevó a solicitar ayuda militar, iniciando una operación que prometía ser rápida.
Sin embargo, los emúes demostraron ser oponentes astutos. Su velocidad y capacidad para dispersarse en grupo complicaron las estrategias de los soldados. A pesar de usar ametralladoras Lewis, los resultados fueron mínimos: solo se reportaron 3,000 bajas entre las aves, cifra cuestionada por expertos.
Este episodio no solo expuso problemas logísticos, sino también la subestimación de la naturaleza. Personajes como el Mayor Meredith y el Ministro Pearce se convirtieron en figuras clave de un relato que mezcla humor y reflexión. ¿Cómo un país con experiencia bélica fracasó ante criaturas sin armas?
Conclusiones clave
- El conflicto ocurrió entre noviembre y diciembre de 1932 en Australia Occidental.
- La operación militar usó ametralladoras, pero resultó ineficaz contra miles de emúes.
- Agricultores veteranos impulsaron la medida por daños económicos en cultivos.
- Las tácticas de dispersión de las aves neutralizaron el poder de fuego humano.
- El evento se considera una lección sobre planificación y adaptación estratégica.
Contexto histórico: De la Primera Guerra Mundial a la Gran Depresión
El regreso de los soldados tras la Primera Guerra Mundial creó un escenario único. Miles de veteranos australianos y británicos recibieron tierras en zonas rurales de Australia Occidental, promovido como solución para su reintegración social. Sin embargo, estas áreas tenían suelos áridos y lluvias escasas, un desafío para quienes jamás habían cultivado.
Soldados convertidos en agricultores
Entre 1920 y 1929, el gobierno impulsó el cultivo de trigo con promesas de apoyo económico. La realidad fue distinta: créditos inexistentes y técnicas agrícolas básicas llevaron a cosechas mediocres. «Era como pedirle a un marinero que domara el desierto», comentaría años después un historiador local.
Crisis económica y naturaleza implacable
La Gran Depresión de 1929 hundió los precios del trigo un 50%. Para 1932, los agricultores acumulaban deudas y amenazaban con retener sus cosechas. La sequía prolongada empeoró todo, secando ríos y transformando el campo en un polvorín listo para estallar.
Este cóctel de problemas preparó el terreno para uno de los conflictos históricos más absurdos. Cuando bandadas de aves llegaron buscando comida, ya no había margen para negociar con la naturaleza.
El desencadenante: La amenaza de los emús a los cultivos

En el otoño de 1932, una silueta gigante comenzó a aparecer en el horizonte de los campos. Eran los emús, aves que superaban la altura humana y avanzaban en grupos de cientos. Su llegada coincidió con la peor sequía del siglo, creando una tormenta perfecta para los agricultores.
La migración masiva y los daños en las cosechas
Tras su época de cría, estas aves iniciaron su ruta hacia la costa. Encontraron en Chandler y Walgoolan tierras irrigadas con trigo y agua almacenada. «Era como si hubieran descubierto un supermercado abierto», relató un testigo de la época.
Con zancadas de más de un metro, pisoteaban cultivos enteros en minutos. Por cada planta que comían, destruían cien con sus patas palmeadas. Además, perforaban las vallas anti-conejos, dejando entrar a otras plagas.
Su velocidad de 88 kilómetros por hora los hacía imposibles de ahuyentar. Medían hasta 1,9 metros, dominando el terreno con visión panorámica. La combinación de sequía y recursos agrícolas atrajo a 20,000 ejemplares, un récord histórico.
Detalles de la Australia guerra contra emúes
Noviembre de 1932 marcó un capítulo surrealista. Tres soldados armados con ametralladoras llegaron a los campos occidentales, equipados para lo que creían sería una misión sencilla. El mayor Gwynydd Purves Wynne-Aubrey Meredith dirigía el grupo, acompañado por el sargento McMurray y el artillero O’Halloran.
El despliegue militar y el uso de ametralladoras Lewis
Las negociaciones entre el ministro de defensa George Pearce y los agricultores establecieron reglas claras. El gobierno local financiaría el transporte, mientras los granjeros cubrirían gastos de munición y alojamiento. Las ametralladoras Lewis, capaces de disparar 500 balas por minuto, fueron la apuesta tecnológica.
Un detalle curioso: un camarógrafo de Fox Movietone acompañó a las tropas. Su misión era registrar la victoria esperada, creando material propagandístico. Pearce defendió la operación como «entrenamiento práctico», aunque la realidad sería muy distinta.
Tácticas fallidas y la respuesta imprevista de los emús
Los primeros disparos revelaron un problema clave: las armas se atascaban con frecuencia en terrenos polvorientos. Las aves, lejos de huir, se dividían en grupos pequeños y corrían en zigzag. Un soldado describió su frustración: «Es como intentar acertar a nubes de humo vivientes».
Tras seis días de combate, solo habían usado 2,500 cartuchos con resultados mínimos. La velocidad y coordinación de las aves superó toda previsión militar. Este episodio histórico único demostró que incluso la tecnología bélica más avanzada puede fallar ante tácticas naturales impredecibles.
Estrategias y anécdotas del conflicto
Las operaciones militares iniciaron con expectativas altas, pero pronto revelaron un fracaso estratégico sin precedentes. Los primeros días de noviembre de 1932 mostraron cómo tácticas convencionales colapsaban ante la imprevisibilidad de la naturaleza.
El primer y segundo intento: emboscadas y cambios de estrategia
El 2 de noviembre, las tropas llegaron a Campion esperando grupos densos de aves. Encontraron solo 50 ejemplares que, ante los disparos, se dividieron en bandos pequeños. Tres días después, una emboscada cerca de una represa prometía éxito: más de mil emús avanzaban hacia las ametralladoras.
La escena terminó en vergüenza. El arma principal se atascó tras eliminar 12 aves, permitiendo la huida del resto. Para el 8 de noviembre, tras gastar 2.500 cartuchos, los resultados oscilaban entre 50 y 500 bajas, según fuentes.
Anécdotas, humor involuntario y reacciones de los ciudadanos
El segundo intento, iniciado el 12 de noviembre, tuvo un éxito relativo: 40 aves abatidas en dos días. Pero al tercer día, las tácticas de dispersión volvieron a frustrar a los soldados. El periódico Sunday Herald ironizó: «¿Quién necesita enemigos humanos cuando tienes emús?».
Ciudadanos y veteranos bautizaron el evento como «la gran carrera de obstáculos». Wynne-Aubrey Meredith, líder de la operación, admitió en privado: «Si tuviéramos una división militar con la resistencia de estas aves, ganaríamos cualquier guerra».
