Las plantas se comunican de formas sorprendentes. No son organismos pasivos; muestran una notable capacidad para transmitir información que mejora su supervivencia.
Investigaciones de National Geographic y la Universidad Nacional Autónoma de México revelan que ejemplares liberan compuestos orgánicos volátiles en aire y suelo. Otros estudios de la Universidad de Tel Aviv vinculan sonidos ultrasónicos con estrés hídrico.
Además, redes micorrícicas descritas por Suzanne Simard facilitan intercambios subterráneos. En Uppsala se reporta que raíces «escuchan» a vecinas y ajustan crecimiento y defensas.
Esta comunicación ocurre por señales químicas, eléctricas y acústicas. Muchas operan fuera de nuestro rango sensorial y requieren equipo para su detección.
Entender estos procesos tiene impacto práctico en la agricultura chilena y en la gestión de bosques. El estudio abre puertas para prácticas más resilientes.
Conclusiones clave
- Las señales incluyen compuestos volátiles, impulsos eléctricos y sonidos ultrasónicos.
- Redes micorrícicas amplían el alcance de la comunicación subterránea.
- La detección requiere instrumentación especializada.
- Estos hallazgos aportan herramientas para la agricultura y manejo forestal.
- La investigación actual cambia cómo entendemos a estos seres vivos en el entorno.
Más que seres silenciosos: contexto actual de la comunicación vegetal en Chile y el mundo
La visión clásica de organismos inmóviles cambia frente a evidencias de intercambio activo entre especies.
Tradicionalmente vistas como pasivas, muchas plantas son hoy nodos de redes que comparten información y recursos. Estudios de Uppsala y el trabajo de Suzanne Simard muestran que micorrizas facilitan flujo de carbono, nitrógeno y fósforo entre individuos y parientes.
En ecosistemas de Chile y del mundo, esa comunicación combina señales aéreas y subterráneas. Así, las comunidades modulan crecimiento y defensa según el entorno y la densidad de vecinos.
De “organismos pasivos” a redes que comparten información, nutrientes y defensa
El lenguaje vegetal tiene formas químicas, eléctricas y sonoras. En algunos casos actúa como cooperación: intercambio vía micorrizas. En otros, como competencia: alelopatía limita rivales.
- Las señales varían según especies y tipo de señal.
- Algunas plantas incluso detectan pistas dirigidas a terceros, como un “espionaje” ecológico.
- Comprender estos flujos es clave para la supervivencia y manejo sostenible en paisajes agrícolas y forestales.
Las plantas se comunican: mecanismos químicos, eléctricos y sonoros que coordinan su respuesta

Dentro de cada hoja y raíz hay rutas activas que traducen estímulos en órdenes. Estas señalizaciones permiten ajustar crecimiento y defensa según luz, daño o falta de agua.
Compuestos orgánicos volátiles: el “lenguaje” del aire y del suelo
Los compuestos liberados al aire y al suelo alertan sobre herbívoros y atraen polinizadores.
También actúan en alelopatía, con repertorios específicos según el tipo de daño y la especie.
Señales eléctricas por el sistema vascular
Impulsos viajan por el sistema vascular y permiten una respuesta rápida ante cambios de luz, depredadores o sequía.
Investigadores como Courtney Jahn explican que raíces informan a las hojas para reducir transpiración. Simon Gilroy compara este flujo con una “fontanería” interna.
Emiten sonidos ultrasónicos y cavitación
Un estudio de la Universidad Tel Aviv documenta que algunas especies emiten sonidos ultrasónicos en estrés.
Estos sonidos se asocian a cavitación del xilema. No son audibles para humanos, pero insectos y pequeños mamíferos pueden detectarlos.
Aéreo versus subterráneo
El entorno y la identidad de cada especie determinan qué señales funcionan y cómo se evita el “espionaje” entre vecinas.
- Químicas: actúan a distancia por aire y suelo.
- Eléctricas: rapidez dentro del organismo.
- Acústicas: informan estrés y pueden atraer aliados.
En cultivo, estimular rutas beneficiosas puede mejorar resiliencia sin dañar el sistema.
Raíces que escuchan el entorno: rizosfera, micorrizas y la “Wood-Wide Web”
En la rizosfera, raíces y hongos forman una red activa que detecta cambios químicos y redistribuye recursos.
Redes micorrícicas describen hifas que conectan raíces y permiten intercambio de carbono, nitrógeno y fósforo. Suzanne Simard popularizó este sistema como la “Wood‑Wide Web”.
Intercambio de información y nutrientes
El flujo subterráneo afecta el crecimiento y la resiliencia del conjunto. Un árbol en sombra puede transferir carbono a un árbol vecino.
Señales en la rizosfera: alelopatía y reconocimiento
Raíces actúan como antenas químicas. Liberan compuestos que inhiben competidoras o favorecen aliadas.
- Las raíces detectan compuestos de plantas cercanas y ajustan defensa y toma de recursos.
- A nivel celular, membranas y transporte regulan la especificidad del mensaje.
- Algunas señales subterráneas conviven con sonidos ultrasónicos en condiciones de estrés.
Estudios clave
Investigaciones en Uppsala y trabajos en Tel Aviv muestran cómo raíces responden químicamente y mediante emisiones bajo estrés. Para ampliar, revisa este estudio sobre comunicación plantas.
Implicancias prácticas: agricultura, manejo de depredadores y resiliencia frente a la sequía

Los hallazgos recientes ofrecen herramientas concretas para reducir daños y mejorar supervivencia en cultivos. Aplicar señales naturales puede ser una manera rentable y sostenible de reforzar defensa y rendimiento.
Desde los compuestos volátiles hasta los “aliados” naturales
Los compuestos volátiles inducidos por herbivoría atraen depredadores de plagas y reducen el peligro en parcelas con alta presión de insectos.
Propuesta: promover especies emisoras de estas señales y usar biocontrol para potenciar defensa natural.
Optimizar crecimiento y supervivencia en ambientes secos
Señales eléctricas internas modulan apertura estomática durante sequía, lo que orienta riego y selección de manejos que no sacrifiquen crecimiento.
Además, los sonidos ultrasónicos vinculados a cavitación pueden ser indicadores tempranos de estrés hídrico mediante sensores no invasivos.
- Fortalecer redes micorrícicas mejora acceso a nutrientes y tolerancia; fomentar prácticas que cuiden la biota del suelo.
- Diseñar asociaciones de plantas cercanas compatibles potencia señales útiles por aire y suelo.
- En Chile, integrar biocontrol, coberturas y rotaciones puede aumentar resiliencia y reducir insumos.
Para entender mejor la conexión entre redes subterráneas y manejo, revise la red micorrícica como modelo práctico.
Conclusión
La comunicación vegetal es un rasgo extendido entre especies y combina rutas químicas, eléctricas y acústicas que permiten ajustar defensa y crecimiento en tiempo real.
Redes micorrícicas y compuestos volátiles facilitan flujo de información y nutrientes; además, emisiones ultrasónicas (documentadas en Tel Aviv) ofrecen nuevos indicadores de estrés por cavitación.
Aunque muchas señales quedan fuera del alcance de humanos sin instrumentos, pueden incorporarse en manejo y conservación para mejorar supervivencia y productividad. Para ampliar, revisa este curioso lenguaje de las plantas.
Recomendación: apoyar investigación aplicada que traduzca estos hallazgos a prácticas locales, especialmente en zonas con estrés hídrico.
